Aparentemente
sí lo somos. Pero en realidad todos somos iguales, tenemos diferente carrocería
y eso hace que nos veamos diferentes, pero en realidad todos somos uno, somos
lo mismo, somos parte de esa luz inextinguible de la creación.
Nacemos con
la inocencia, el sentimiento de pertenencia, sabemos que somos parte de
nuestros padres, del mundo y a medida que vamos “aprendiendo” empieza la
separación. Llegamos a este mundo con la ilusión y deseo de conocer, compartir,
ayudar; lamentablemente se va perdiendo en el camino del aprendizaje.
Cuando se
nos da todo lo que necesitamos para sobrevivir inconscientemente perdemos ese deseo
de superación.
Nos conformamos en vivir, vivir bajo ciertos lineamientos,
aprendemos a comportarnos según las reglas sociales y coartamos nuestra
imaginación. Quizá nuestros padres quisieron darnos las comodidades que
pensaron eran ideales para nuestro crecimiento, pero al mismo tiempo, también inconscientemente,
nos limitaron en nuestro desarrollo. Quizá no pudieron darnos todo y eso abre
una brecha aún mayor.
En el camino
aprendemos el materialismo, la sociedad nos muestra el tener y los placeres de
riqueza material. Nos confundimos y empezamos a desear tener y olvidamos el
Ser. Nos comparamos con los demás y deseamos tener lo que ellos tienen y así va
aumentando nuestra separación, como una bola de nieve cuesta abajo, creciendo
cada vez más.
Al olvidar Ser,
el ego florece. Actuamos, no pensamos. Nos volvemos cada vez más centrados en nosotros mismos y lo que
deseamos, nos olvidamos para qué estamos en este plano. Es un arduo trabajo transformar
nuestro materialismo en productividad. No está mal querer comodidades, lo que
no hay que olvidar es que nuestro trabajo debe estar enfocado en ayudar, no
sólo en beneficiarnos personalmente.
Preguntémonos,
¿qué me motiva a seguir esta carrera, oficio, trabajo? ¿Será porque no hay más?
¿Porque aquí me voy a hacer rico? Nos cuestionamos nuestras habilidades,
nuestro potencial, nuestra luz interna. Tenemos miedo de no encajar, de ser diferentes. Lo ideal es que cualquier cosa a la que
nos dediquemos sea en beneficio de proveer una mejor vida a nuestro entorno y del
mundo al mismo tiempo. Al mejorar nuestro medio ambiente mejoramos el del mundo
en automático.
No hay
límites, nosotros mismos nos fijamos la meta y hasta dónde queremos llegar.
Miremos hacia
el futuro con el amor con el que fuimos creados, compartamos ese amor que se siente
que no cabe en el cuerpo. Agradece cada momento por todo lo que se nos ha
regalado. Bendice cada paso que das y a cuanta persona que esté presente en tu vida.
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