Mucho se dice de vivir en el presente, que es lo que
importa, que es lo único que tenemos. Creo que sí.
Vivimos en automático, vivimos la rutina, todo se repite una
y otra vez, vivimos en lo que hemos construido, en el pasado. Nuestros ojos
están acostumbrados a ver y no a admirar. Llegas a tu casa y no la miras a
menos que algo esté fallando. Ves a tu cónyuge o a tus hijos, pero no los miras,
ahí están, pero no te detienes a admirar. ¿Hace cuánto que no lo haces? Echas
una ojeada, pero no ves. Haz una pausa y mira como si fuera la primera vez.
Debido a esta repetición hemos perdido la capacidad de
admiración, de ver con ojos frescos todo lo que nos rodea. Estamos tan
acostumbrados a ver con ojos viejos que no apreciamos que todos los días son
nuevos.
Hagamos el cambio, veamos el mundo y la gente con ojos de
niños. Para ellos todo es nuevo, es descubrimiento, es inocencia, es diversión,
todo es una maravilla, todo es un milagro. No hay barreras, no hay diferencias
entre humanos, no hay expectativas. Los niños viven aprendiendo y nosotros nos
hemos olvidado de eso. Hemos aprendido, mal aprendido y dejado de aprender.
Veamos como si fuera la primera vez, como si hoy hubiéramos nacido,
no importa lo que haya pasado. Miremos con ojos frescos todos los días, no
convirtamos en rutina nuestra vida. Todos los días son diferentes, llenos de
oportunidades. Hagamos de cada momento un motivo para dar gracias por estar en
este mundo que nos brinda tanta belleza, por los habitantes que nos ofrecen
diversidad, por el simple hecho de experimentar esta vida.
Amemos con la fuerza de la primera vez.
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